Después de un largo período sin actualizar este blog, retomo este espacio para seguir escribiendo pendejadas, cuya ausencia, algunos han reclamado en mi mail.
Leyendo en estos días la muy buena crítica que ha recibido la película Bluff, se me ocurrió recordar las épocas de cine donde el Gordo Benjumea junto con Franky Linero y Otto Graffeinstein se convirtieron en los actores más destacados del cine nacional.
No había película que no contara con este tridente de actores a los que se sumaron Virginia Vallejo, Delfina Guido, Jackeline Henriquez, María Eugenia Dávila y demás actores de aquella época. Tiempo después el turno para los actores que no caparon película fue para Robinson Díaz, Humberto Dorado y Vicky Hernández.
Los actores de nuestra televisión logran con un triple salto mortal llegar al cine. No sé si este efecto es por defecto o porque realmente son muy buenos actores.
Lo que si recuerdo muy bien de cada película nacional que he visto es que sus colores son oscuros y el sonido es fatal.
Y en todas las películas no falta el fabuloso madrazo que pareciera fuera el sello nacional por excelencia.
Película sin madrazo no es colombiana.
Algunos creerán que proferir un vocabulario soez en la pantalla chica es muestra de que somos un país menos godo y que demuestra que hemos evolucionado como sociedad… ¿o será mejor como suciedad? No sé, pero el cine colombiano insiste en mostrar ese micro mundo del que pareciera no queremos salir. Desde la aparición de Rodrigo D No futuro el drama social se volvió casi una obsesión para los realizadores que han seguido con la línea de Rosario Tijeras, La vendedora de Rosas, El Rey, María llena eres de gracia… y todas esas películas que NO he visto porque estoy mamado de creer que nuestro país es solo sicariato, pobreza y narcotráfico. Es evidente que eso hace parte de nuestra cultura pero realmente es aburridor seguir creyendo que por que eso hace parte de lo que somos entonces debemos seguir revolcándonos con cine cargado de violencia y vocabulario soez donde la palabra Gonorrea es la más suave.
Prefiero seguir recordando la época del Taxista Millonario, el Inmigrante Latino, Mamagay y ponderar otras más recientes como La estrategia del Caracol, La pena máxima, La gente de la Universal por mencionar algunas que también muestran lo que somos, pero al menos con humor. Somos un país de mamagallistas por excelencia y a pesar de que nuestras películas siguen siendo oscuras y con los mismos actores que vemos todas las noches en las novelas de televisión al menos le permiten a uno salir con una sonrisita pendejona por saber que eso somos y así seguiremos.
Etiquetas: cine colombiano